La metaficción está pasada de moda, escribe K como introducción. Por un segundo, dos, tres… No tiene nada más qué decir. La literatura ya tiene bastante sobredosis de escritores que hablan sobre sí mismos de manera encubierta. Hasta el cine tiene su buena ración. Pero a K no se le ocurren nuevos temas, hablar de su hijo le da mucha pereza, está harto de tratar siempre los negocios y el dinero como si fueran las únicas constantes de su vida, y mientras cuenta los días para que se acaben las vacaciones (y el verano) se dice a sí mismo que no tiene otra maldita cosa sobre la que escribir, más que sobre el hecho de escribir.
Por aburrimiento, necesidad, o porque sí
De esto sabe un montón el maestro, el genio, el que todo lo ha ganado en esta vida salvo el Nobel o el Cervantes o el Princesa de Asturias, Enrique Vila-Matas, quien rellena libros y libros enteros girando cuál peonza sobre un mismo vértice a punto de pararse, tambaleándose pero dispuesta a dar un giro más, otro antes de acabar; el de las frases interminables, quien lleva años vendiéndonos a sus fans una y otra vez el mismo libro, con la misma trama, los mismo personajes, el mismo lenguaje, y aún así, vamos a sus presentaciones (cuando se podía, claro) y le escuchamos hablar durante hora y media, le hacemos preguntas, le compramos el libro y nos lo dedica y cuando un amigo nos pregunta, días después, de qué habló el maestro, no somos capaces de responder. Chapó. Escribir que no se tiene nada sobre lo que escribir, también es válido, decía en alguno de sus libros Vila-Matas, y de esto él entendía un rato.
También podría hacer como Patricio Pron y ponerme a escribir relatos sobre los concursos a los que me presento y que nunca gano (uno de ellos, de hecho, lo ganó él y de pura envidia que me dio, dejé de comprarme sus libros). Escritor prolífico (como Balzac, como Proust, aunque él prefiere a los alemanes que no ha leído nadie) escribe primero relatos sobre los concursos amañados (sí, todos lo sabemos y aún así lo seguimos intentando) a los que se presenta, y un par de libros después escribe relatos sobre concursos de los que él mismo es jurado. ¿Se inspiraría, tal vez, en el Bolaño de Llamadas telefónicas? Otro escritor que rellenaba páginas y páginas sobre la propia escritura, aunque Pron lo hace de manera un poco más amable… Por ahora no se ha ganado los enemigos que se ganara en vida el chileno.
Un salteado de personajes
También es una opción, como hiciera Paul Auster en Viajes por el Scriptorium, con su juego de palabras incluido, tanto con el título (scriptorium era la habitación que se usaba en los monasterios de la Edad Media para copiar manuscritos) como con el protagonista (Mr Blank o el señor en blanco), mezclar los personajes de toda una obra en busca de un poco de incertidumbre metafísica.
También hace una mezcla (marivillosamente barroca y gore) mi queridísimo Palahniuk en Fantasmas. Un grupo de supuestos escritores (aspirantes a, más bien) encerrados en una especie de retiro literario (de lo más kafkiano) del que no pueden salir hasta que hayan escrito sus grandes obras maestras. Y por el camino, sexo, muerte y canibalismo. Lo que sucede en el retiro se traspasa a las obras de los personajes de los cuales, de vez en cuando, vamos leyendo fragmentos. Ficción y metaficción entremezcladas y elevadas al cuadrado. Sencillamente fantástico. Altamente recomendable.
Pero para mezcla de personajes la que hace Foster Wallace en La broma infinita esta vez no al rededor de un texto sino de una película. Cualquiera diría que se trata no de un libro, sino de varias novelas escritas por separado y luego mezcladas como se barajan las cartas antes de repartir, pero no, todas las historias parecen converger en el famoso Whataburguer Day, parecen, quieren, se intuye, no diré más. Pocas veces he visto un título tan acertado para un libro. Y si de metaficción se trata, o de escribir sobre el hecho de ser escritor, los relatos de Foster Wallace también son un fabuloso ejemplo. Reconozco haber escrito algún que otro relato inspirado en los supuestos relatos que escribieron sus personajes en sus relatos. Pero a diferencia de sus personajes, yo no he conseguido publicar mis relatos que son en realidad sus relatos…
¿Y en el cine?
Todavía sigo cabreado por la pésima versión de Niebla que hiciera Will Ferrel, un tipo que lleva años intentando llevar al cine La conjura de los necios sin el beneplácito de Hollywood (y desde aquí, ya puestos, le deseamos que nunca lo consiga pues no todos los libros deben ser adaptados).
Pero a veces Hollywood nos sorprende y nos presenta películas como El ladrón de palabras (en español, o The Words, simple y llanamente en inglés) o como la maravillosa y dulce y tierna y a la vez inteligente Ruby Sparks (con Antonio Banderas incluido). Escrita y protagonizada por Zoe Kazan quien, anécdota innecesaria del post, resulta ser hija de escritores y nieta de un director de cine. El talento también se cría, no surge no por generación espontánea.
Inspirarse en uno mismo
Un clásico. Que tu vida sea un rollo no significa que no puedas describirla hasta el último detalle, a lo más puro Bukowski. Acuérdate de incluir el color y tamaño de todo aquello relacionado con tu cuerpo, excreciones, erecciones, vómitos y pústulas incluidas. Deja claro desde el primer momento tu dieta a base de nada y alcohol, enumera la cantidad de cigarrillos fumados a diario, los problemas con el coche, el resultado de la última carrera de caballos (nota mental: te puedes inventar los nombres de los caballos porque… ¿quién carajo se va a poner a comprobarlo?) y, por supuesto, describe de forma intachable tus relaciones sentimentales y sexuales. ¿De verdad no te da para un libro? Y ya puestos… ¿Para todo un legado?
Si antes hablé de La broma infinita como la mejor elección de un título para una novela, Mi lucha creo que podría ser la peor. Me refiero a la saga del noruego Karl Ove Knausgård, de quién me leí su primer libro muy emocionado y nunca más quise saber de él. Hablar de uno mismo durante páginas y páginas resulta tentador y parece fácil, incluso algunos dirán que es de valientes, como si el autor se abriera más en la biografía que en la ficción (aquí tengo que meter un inciso que viene al pelo pues decía Guillermo del Toro que una de sus películas más íntima y personal era Pacific Rim), pero he aquí la prueba de que no siempre funciona.
En fin, escribir sobre un escritor y sobre lo que está escribiendo, o escribir sobre muchos personajes (algunos de los cuales pueden ser escritores o no) o escribir sobre uno mismo mientras se escribe que se está escribiendo… Cualquier cosa es válida hoy por hoy con tal de llevar al día el dichoso blog…